lunes, 20 de febrero de 2012

SIN DECIR NOMBRE, PERO NO SIN NOMBRES

Suele suceder con cierta frecuencia que al conocer a futuros amigos, fortuitos compañeros  o simplemente personas, todos queden sorprendidos por mi cubanía un poco sospechosa por la apariencia que tengo. No obstante mi aclaración nunca se hace esperar y aunque española por decisión y libre elección soy cubana con todo y por todo mi ser.
Renegar de tu tierra, tu cubanía, sabor, debería ser constitutivo de delito. No sería necesario juicio alguno y menos aun en estos tiempos de crisis; pero para un cubano que suele demandar la libertad de expresión con la que sueña desde la cuna, no ejercer el derecho de decir libremente que es cubano y sentirlo merece la pena capital, no la muerte sino la condena de ser extranjero allá donde vaya, incluso su propia tierra.
A muchos conozco, o quizás no tantos pero si mas de los que me gustarían y de ahí la sensación de vastedad. Fuerzan una forma de hablar, de comer y hasta de comportarse con la intención, equívoca por cierto, de integrarse o parecerse cada vez más a sus iguales en nuevas tierras. Y me ando con cuidado porque estos son terrenos pantanosos y no quiero hundirme en el juicio a mis palabras, sino fomentar la reflexión y el debate.
Todos, yo la primera, adoptamos de nuestra segunda patria y de forma casi imperceptible, formas de hablar, vestir, relacionarnos, lo mismo que experimentaban algunos en suelo cubano cuando tras unas vacaciones en alguna provincia cubana sobre todo las orientales, regresaban a su occidentalidad caribeña-insular con el cantar oriental*, -que luego aquí descubrimos que también nos identifica-, y los acompañaba durante días como huella visible de su paso por las citadas ciudades o pueblos.
Pero, ¿para qué ocultar lo que somos o forzar lo que seremos si irremediablemente llegaremos a ser “ciudadanos de un lugar llamado mundo”? (me tomo  la licencia); y aquellos que nos acogen, nos brindan su amistad y hasta algunos con los que emparentamos valoraron ante todo el ser humano que somos, que piensa y habla como lo que es: un cubano 100% con su hablar musical, su calidez en el trato y la dulzura en el ser.
Aprendemos, -quizás alguno no-, que por lejana de la nuestra que sea la tierra donde vamos a vivir contactaremos de inmediato con el sentimiento de pertenencia, de orgullo que tiene cada individuo hacia su pueblo, su ciudad, su provincia, comunidad o país.
Que importa entonces si somos más rubios, más blanquitos estilo nórdico, mulaticos “MADE IN CUBA” pero en general negritos,  de ojos marrones o negros, si allá donde vayamos siempre nos identificarán como de afuera pero nos aceptarán dentro por nuestros actos, conductas y formas de ser que curiosamente ya traíamos de casa, de esa casa llamada CUBA y a la que quizás algunos ya ni volverán a llamar “PATRIA”.
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Cantar oriental*: se dice en Cuba a la forma de hablar de los habitantes de la zona oriental del país de provincias como Santiago de Cuba, Granma, Guantánamo, Holguín, incluso Las Tunas, y que hace parecer que hablan cantando por su musicalidad.

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