A veces me pregunto si el ser optimista o pesimista es un tema genético más que una actitud ante la vida, en cualquier caso Goldman Sachs sí que es muy objetivo. Precisamente la conversación con una amiga hoy me ha provocado una nueva reflexión sobre estos aspectos.
Cierto que la realidad influye en nuestra actitud y forma de afrontar la vida, por ejemplo te levantas una agradable mañana de verano, y te despiertas mientras bebes ese café mañanero tan lleno de aromas como de deseos, abres tu ordenador en buscas de noticias o enciendes la tele, -a gusto del consumidor-, y la oleada de demoledoras noticias disipan definitivamente cualquier vestigio de sueño. Son las mismas de ayer, o así me lo parecen, solo que retocadas con actualizaciones de la prima de riesgo y otras cifras que ya nos resultan tan familiares como a un premio nobel de economía, sinceramente en 17 años que llevo de economista nunca había oído mencionar tantos indicadores financieros o bursátiles tan alegremente y menos en un ambiente general y público.
Me parece bien por supuesto, genial, todos debemos conocer la situación en que estamos y sobre todo hacia dónde vamos, por qué y qué se puede hacer para modificarla positivamente. No obstante ¿es válido el alarmismo?.
Siento que se ha perdido la frontera entro lo real y lo especulativo, tengo esa sensación inquietante de no conocer la verdad, al menos no la esencial, solo vemos lo que nos cuentan, la manifestación fenoménica de “realidades esenciales” que no son para dominio público.
Para nadie es secreto que no son los mal llamados gobiernos quienes “gobiernan este mundo”, -la redundancia en este caso me resulta imprescindible-, hay instituciones o intereses da igual el término, tan ocultos como poderosos, que mueven las fichas y dejan caer a unas u otras según convenga. Esto sí que escapa a nuestro conocimiento y comprensión, no se habla de ellas en los medios de comunicación por tanto para nosotros no existen, aquí doy por aceptado que nuestro conocimiento del mundo y percepción del mismo se reduce a lo que las grandes trasnacionales de la información nos trasmiten, no hay otra forma para los simples mortales que aún podemos controlar y conocer a cuanto asciende nuestro patrimonio consultando nuestra cuenta bancaria.
Tanta macroeconomía aturde, confunde y deprime, los intereses generales son más microeconómicos, el que vive de un salario no invierte en bolsa, no conoce los mercados futurista ni puede pensar en ellos cuando su futuro más lejano se encuentra a 30 días vistas
Lo concreto es que millones de familias no llegan a fin de mes, ¿acaso es posible ser optimista en esas condiciones?, quizás si, probablemente no; aquí puede ser determinante la cuestión genética, pero si falla hay que tirar de donde no hay y no dejar florecer el pesimismo.
Un poquito de optimismo estatal, incluso en los telediarios y la prensa escrita, no vendría mal, para terror con el cine nos basta. Cuanto bien haría un presidente con carisma y personalidad que nos levantara la moral a todos y nos asegurara que con trabajo, sacrificios pero sobre todo con mucho optimismo saldremos de esta.
Echo de menos las conversaciones con amigos donde el uso de la palabra crisis era limitado a otras situaciones quizás más personales y sobre todo escazas, en general reclamo el saludo o cualquier intercambio entre personas donde la macabra palabrita no emerja durante los 3 primeros minutos
Todo se resuelve con optimismo?, no, pero se gestiona de manera más efectiva, de eso no cabe duda. No dejemos que el pesimismo se enquiste, ni que Goldman Sachs nos embargue el optimismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deje aquí su comentario