Los
aniversarios son acontecimientos que me gusta celebrar especialmente. No
concibo que un cumpleaños pase desapercibido o que el homenaje se haga esperar.
Por estos días me llegan algunos, especialmente el de mi madre y el de una muy buena
amiga, ambas el día 1º de mayo. Al simbolismo que la jornada encierra, le
achaco las energías que ambas siempre despliegan y su disposición para el
trabajo. Gran madre la mía y gran ser humano, como también mi amiga que nunca desfallecen
aunque insisten en que ya no es como antes, imposible creerles después de
conocerlas.
No obstante
para el 1º de mayo aún falta un poquito, primero está este 26 de abril que merece
un aparte por el aniversario que se celebra. La Bodeguita del Medio, nuestra
bodeguita, la de todos, cumple 70 años. Ya es una abuelita, pero también derrocha
energía y lozanía.
Hoy
rememoro mi primera visita a su sede. Recuerdo que entré y admiré sus salones, -perímetros
realmente reducidos-, comenté conmigo misma después de comprobar que era más
pequeña de lo idealizado por mi mente. Esas paredes me aplastaban, repletas de
autógrafos a modo de grafitis, señalaban inequívocas el paso gustoso de
ilustres escritores, políticos, músicos y anónimos admiradores de la
gastronomía cubana y en especial del “mojito”.
Eran las
primeras horas de la tarde de un día perezoso, lunes para más señal. Así que el
público aun no era demasiado y podía admirar todo con cierta tranquilidad.
Entonces como
ahora, tenía esa sensación tan especial de encontrarme con la historia de
tantos años rosándome en diferente espacio y tiempo. El espíritu de miles de
personas se cruzaba a mi paso, podía sentir su ajetreo, el bullicio de sus conversaciones
y hasta el sonido de los vasos que entraban en contacto con el hielo y el ron
de los mojitos; incluso creía escuchar las notas de las guitarras y la voz de Carlos Puebla.
No puedo
imaginar La Habana sin la Bodeguita, como todos le decimos; de hecho creía que
era más vieja, que su historia se remontaba a los primeros años del siglo XX o
incluso a los finales del XIX; y es que para mi siempre ha estado ahí, en el
medio de la calle Empedrado, entre Cuba y San Ignacio, origen de parte de su
nombre.
Aunque su leyenda
es bien conocida vale reiterar que su origen fue el de una simple bodega,
establecida por un cubano hijo de canarios, -esto siempre se dice aunque ya es sabido
lo difícil que resulta encontrar un cubano sin raíces españolas-, y su esposa.
Posteriormente pasó a servir comidas, debido a la demanda de establecimientos
que ofrecieran ese tipo de servidos en la zona, la cual albergaba importantes
ministerios, el distrito financiero con los principales bancos nacionales y
extranjeros e incluso la bolsa de la Habana, sí porque la Habana también tuvo
bolsa.
La
peculiaridad de su ubicación a mitad de calle, hecho excepcional por esos
tiempos donde este tipo de establecimientos solían ubicarse en las esquinas para
garantizar su reconocimiento y las visitas, junto a su antiguo oficio de
bodeguita, le ganó el sobrenombre. La exitosa campaña de marketing desplegada
por un amigo de la casa el editor Félix Ayón entre amigos y conocidos junto a la fidelización de clientes conseguida por el éxito de su
cocina, la inmortalizaron como la Bodeguita del Medio.
La
bodeguita es más de lo que puede ver cualquiera que la visita, es parte de la simbología
de la ciudad de mis amores, es un ícono de su ferviente actividad, de su rabiosa
actualidad y su perenne protagonismo. Y aunque durante un tiempo estuvo vedada para
los cubanos de a pie, los recientes cambios han levantado el embargo interno y
ahora todos pueden disfrutar de sus bondades contradictoriamente tan cubanas;
eso sí, siempre que la cartera abulte y sobren los CUC o chavitos, divisa en
que se pagan todos los productos y servicios que pueden consumir tanto los
nacionales como los extranjeros.
Ahí yacen 70
años de exitosa historia. Los cambios han sido muchos, pero nunca en su
apariencia y esencia, sus paredes insisten en recordárnoslo. Así que invito a todos,
para que sucumban a la tentación, sigan los consejos de Hemingway …”mi daiquirí
en el Floridita y mi mojito en la Bodeguita”; disfruten de la trova cubana en
estado puro, de “la entrañable transparencia” de Carlos Puebla, y se enamoren poseídos
por el espíritu y los versos de Neruda o Gabriela Mistral que evocarán al leer
sus notas en las paredes.
Mientras tantos
comparto los versos del poeta nacional de Cuba, Nicolás guillén que en sus
murales de adobe reposan:
La Bodeguita es ya la bodegona,
que en triunfo al aire su estandarte agita,
más sea bodegona o bodeguita
La Habana de ella con razón blasona.
Hártase bien allí quien bien abona
plata, guano, parné, pastora, guita.
Mas si no tiene un kilo y de hambre grita.
No faltara cuidado a su persona.
La copa en alto, mientras Puebla entona
su canción, y Martínez precipita.
Marejadas de añejo, de otra zona.
Brindo porque la historia se repita,
y porque es ya la bodegona,
nunca deje de ser La bodeguita.
que en triunfo al aire su estandarte agita,
más sea bodegona o bodeguita
La Habana de ella con razón blasona.
Hártase bien allí quien bien abona
plata, guano, parné, pastora, guita.
Mas si no tiene un kilo y de hambre grita.
No faltara cuidado a su persona.
La copa en alto, mientras Puebla entona
su canción, y Martínez precipita.
Marejadas de añejo, de otra zona.
Brindo porque la historia se repita,
y porque es ya la bodegona,
nunca deje de ser La bodeguita.
Nota de Hemingway en la Bodeguita
Carlos Puebla en la Bodeguita